sábado, 25 de octubre de 2008

semisueño

a través de mis párpados cerrados intuyo el día. el sol se acuesta como una gruesa frazada sobre mi cama, huelo su olor de plantas con sed, lo escucho cantar con su voz de decenas de pájaros. tan hermosa se sabe la mañana que casi ordena mirarla. "todavía no", elijo, y por las dudas aprieto un poquito los ojos.

aunque todavía duermo, sé que me gustaría abrir mis ojos y ver los tuyos. cerrados o abiertos, no importa. sé que quiero verlos sin esas arruguitas que tienen cuando estás enojado, sin las líneas que dibujan tus tristezas, sin las que dan cuenta de tus felicidades. me gustaría verte toda la piel sin una mínima señal de tensión, peinarte una ceja con la yema de mi dedo índice, y desatar la primera sonrisa de tu día.

tímidamente se mueve mi pie izquierdo buscando orientación. apenas unos centímetros a su izquierda, el dedo meñique encuentra la pared. un cuarto de giro hacia la derecha me deja de espaldas al sol. de nada sirve, igual hay tanta luz y tanto calor y tengo tantas ganas de café con leche que ya no puedo seguir durmiendo.

abro apenas los ojos y los vuelvo a cerrar. me gustaría abrirlos y descubrir tu espalda. rascarte la cabeza despacito, dibujarte la nuca con dos dedos que se junten para seguir la línea de tu columna sin tocarte. me gustaría besarte la piel que se esconde atrás de tu oreja y preguntarte susurrando qué te gustaría desayunar a vos.

abro los ojos y te miro. te encuentro mirándome y ya sonriendo. a veces a esa hora en la que se pueden elegir los sueños que soñar, elijo despertarme.

martes, 21 de octubre de 2008

Alicia y las puertas

como todas las noches, la madre de Alicia acomodó las frazadas bien tirantes para que la aprieten contra la cama como a ella le gustaba, le dejó en la frente un beso de todos los ojos cerrados, le deseó sueños dulces mientras se alejaba, apagó la luz y cerró la puerta. Alicia dormía con 19 muñecos alrededor de su cama y cada noche abrazaba a uno distinto. esta vez abrazaba a un sapo y no podía dormirse. pensó en los muñecos que no dormían con ella. quizá por las recién descubiertas ganas de hacer pis, se preguntó qué hacían ellos cuando, por ejemplo, les pasaba lo que en ese momento a ella. no pudo sentirse más desconsiderada. cuando volvió del baño, dejó la puerta abierta. ese es el primer recuerdo que tiene Alicia de su relación con las puertas.

algunos años después los muñecos ya no dormían ni tenían ganas, simplemente acumulaban polvo sobre un estante. Alicia ya no pensaba en ellos, y algo en su cuerpo, quizá pudor, la convenció de volver a cerrar la puerta de su habitación. debía ser enero porque fue el calor el que la hizo pensar en agua. en días como ese, lo único que la retenía afuera de la bañadera era la tristeza que le provocaba el silencio frío que reinaba en el baño. ese día no había nadie más en la casa. Alicia subió el volumen de la música, entró al baño, abrió la canilla y, sin cerrar la puerta, se desnudó y se sumergió en el agua. salió del baño más tarde con los dedos ya arrugados, recorrió aún desnuda la casa vacía abriendo todas las puertas y se detuvo a corroborar que la música se escuchara desde todos los rincones. desde ese día, no volvió a cerrar ninguna puerta sin suficientes razones, y muy pocas veces le alcanzaron.

antes de ayer Alicia llegó a la puerta de su casa con hambre pero sin llaves. dos horas esperó sentada en el escalón de la vereda la llegada de alguno de sus convivientes con una llave que le permitiera entrar a su propia casa ahora vedada. durante esas dos horas no pudo otra cosa más que pensar en puertas, sus razones y sus consecuencias. pensó en puertas opresivas que no permiten salir, en puertas excluyentes que no dejan entrar, pensó en inútiles puertas de pasillo cuyo único sentido es el de ser obstáculo, pensó en puertas como cortinas que impiden que la gente se vea, se conozca y reconozca, pensó en los miles de caminos truncos por una puerta cerrada. pensó en todas las puertas que conoce, intentó imaginarse todas las demás y descubrió angustiada que las abiertas eran minoría. Alicia nunca sabía a dónde quería llegar, pero tantas puertas cerradas la hicieron pensar en que quizá nunca llegaría a ningún lado. cuando finalmente llegó la llave y pudo entrar a su casa, olvidó abierta la puerta del ascensor.

antes de ayer el mundo se le achicó tanto que a Alicia ya no le alcanza con no cerrar más puertas, sino que además intenta abrir todas las que ve. hoy también empezó a coleccionar llaves.



"Menino de Cheshire", empezó algo tímidamente, pues no estaba del todo segura de que le fuera a gustar el cariñoso tratamiento; pero el Gato siguió sonriendo más y más. "¡Vaya! Parece que le va gustando", pensó Alicia, y continuó: "¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?"
"Eso depende de a dónde quieras llegar", contestó el Gato.
"A mí no me importa demasiado a dónde...", empezó a explicar Alicia.
"En ese caso, da igual hacia dónde vayas", interrumpió el Gato.
"...siempre que llegue a alguna parte", terminó Alicia a modo de explicación.
"¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte", dijo el Gato,"si caminas lo suficiente".

de "Alicia en el país de las maravillas", de Lewis Carroll

domingo, 12 de octubre de 2008

prima vera

enciende un cigarrillo y pierde su mirada en el punto de la pared en el que la encontró la primera pitada. está asustada. sabe que un escarbadientes no sirve para empujar una olla caliente porque el escarbadientes se parte y la olla sigue donde estaba. ahora también lo entiende. no quiere más lo que no puede y, aunque siente que no puede más, todavía está entera.

se levanta tan impetuosamente que no puede no notarlo. está enojada. lleva días encerrada sin darse cuenta y cree que no tiene por qué salir. cuando apaga el cigarrillo, se acuerda. nunca necesitó motivos para salir. se pone las zapatillas. no quiere más lo que no quiere y no quiere estar más ahí.

sale a la calle a buscar algo que le llame la atención. está aburrida. trata de adivinar en los gestos de la gente qué hacen para no sentir que pierden el tiempo. no sirve. trabajo de tiempo completo, problemas de pareja, comprar ropa para la nueva temporada, ahorrar para el auto, redecorar la casa, comprarse un chihuahua y hacer ya la reserva para la segunda quincena de enero en mar del plata no se acercan a lo que busca. no quiere más lo que los otros quieren porque a ella no le sale ser como los demás.

no puede dejar de pensar en lo triste y descolorida que le parece la gente con la que se cruza. su aburrimiento no tiene la misma resignación. ella no mira al piso cuando camina, ella levanta la frente y busca algo. su aburrimiento es optimista y ambicioso. ella está despierta y con los ojos enormemente abiertos porque busca algo que sabe que puede encontrar. ella quiere lo que quiere. no solamente no quiere ajustarse, sino que además quiere hacer el mundo que quiere. ahora tiene mucho que hacer, que pensar, que decir y contagiar.

después, probablemente y como siempre, va a olvidarse. por ahora, puede hacer del mundo lo que quiera.

martes, 7 de octubre de 2008

deshacerlo todo y recomenzar

las telas que ahora hago muñeca antes fueron pollera, sábana, medias, pantalón y ya ni me acuerdo qué otras cosas. la lana con la que tejo fue destejida tres veces antes de ser la bufanda que tal vez mañana sea. el dibujo que es un ojo quería ser simplemente líneas. deshacerlo todo y recomenzar no era un título, era parte de un escrito que nada tiene que ver con este. incluso tal vez yo fui otras antes de ser la que ahora escribe.

hay algo que me disgusta en lo que muere siendo lo mismo que era cuando nació: en el medio solamente pasó el tiempo, inútilmente. pasó sin que las primaveras destejan bufandas, sin que un cigarrillo que pasaba por ahí deje su brasa en la pollera, sin ajar la sábana con sueños, sin que las tristezas invadan de ojos llorosos todos los dibujos, sin inutilizar las medias de tanto caminar. pasó el tiempo del reloj, pasaron horas, días, años, pero sin cargarse de vida. pasó sin que todos los odios y todos los amores, las felicidades, los sufrimientos, las lágrimas y las sonrisas nos atraviesen y nos deshagan tan profundamente que debamos aprender a renacer muñeca, yo, cartera o título.

yo creo que cuando mi cuerpo se canse voy a poder decir que viví.